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UN HERMANO QUE SE HACÍA … NOTAR

Sí, porque el Hermano que te presentamos a continuación se distinguía por sus estrepitosas carcajadas. Sin embargo, la razón por la que escribimos sobre él no está relacionada con su risa, sino porque se hizo oír de la manera más fuerte y hermosa en la Iglesia y, en particular, en el mundo lasaliano, al haber sido ascendido recientemente a la gloria de los altares. Se trata del Hermano James Alfred Miller, el primer Hermano Americano en ser beatificado, en diciembre del año pasado, en Guatemala.

Se ha realizado un hermoso cuadro de este Hermano que nos gustaría mostraros.

El autor es Salvatore Seme. Nació en Torre del Greco (Nápoles) en 1976. Ya desde la infancia muestra una inclinación natural por el dibujo. «La buena sangre no miente» habría que decir, porque su padre Luigi, a su vez, es un buen pintor de paisajes y sus perspectivas lo han incluido acertadamente entre los exponentes de ese fenómeno histórico del arte en pequeños lienzos que inmortalizan pintorescas visiones del sugerente paisaje napolitano. Fue Luigi quien enseñó a Salvatore los primeros rudimentos del dibujo, que luego perfeccionaría, primero en el Instituto de Arte de Torre del Greco y luego en la Academia de Bellas Artes de Nápoles. Su participación en exposiciones colectivas lo hace cada vez más conocido y algunos testimonios importantes le hacen merecedor de la atención de la crítica. De esta manera creó obras para algunas iglesias que lo convierten en una autoridad en el campo religioso hasta ser elegido para pintar los paneles que completan, con los Misterios Luminosos, los del Rosario que enmarcan el cuadro de la Virgen del santuario de Nuestra Señora en Pompeya.

En el cuadro que presentamos aquí, óleo sobre lienzo de 150 x 100 cm., el artista ha representado al Beato Hermano James en un gran espacio exterior. Algunos elementos permiten identificar respectivamente el lugar donde se encuentra el grupo y el tipo de actividades que realizan los personajes representados.

El primer elemento que vemos arriba a la derecha: es una pirámide maya. La civilización maya ocupa un lugar fundamental en la historia del territorio guatemalteco. Floreciente durante muchos siglos, esparció por todo el país increíbles restos que nos siguen fascinando. Cerca de Huehuetenango, la ciudad donde vivió nuestro Beato, están los templos de Zaculeu, que fue la capital del reino maya de Mam.

El segundo elemento es la parte más imponente del cuadro: el mundo campesino, con el arado sobre el cual se sientan en primer plano dos muchachos, con la cesta de trigo que lleva el joven a la izquierda de nuestro Beato y la chica con un rastrillo y una chaqueta multicolor, típica de Guatemala.

Tercer elemento: el muchacho abajo a la derecha está hojeando un libro. Es un detalle que aparentemente puede parecer fuera de lugar, pero el artista también quiso incluirlo para subrayar el compromiso intelectual al que estaban llamados los alumnos del Centro. El desarrollo integral de un individuo no puede prescindir de la cultura, un aspecto fundamental de la educación, que se aprende principalmente en los libros. El estudio, además de la enseñanza de otros conocimientos, promueve el desarrollo equilibrado y completo de la personalidad del individuo y enseña las formas de pensar, expresarse y vivir que caracterizan a cualquier grupo humano.

Finalmente, toda la escena está dominada por la serena y tranquilizadora figura del Hermano James, con un hábito que le hace ser reconocido inmediatamente como religioso de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Ese hábito no se ha puesto al azar y estaría fuera de lugar e incómodo en el campo, si no fuera por el hecho de que representa la característica religiosa de la pintura. El Hermano James estuvo en Huehuetenango y precisamente con esos muchachos indígenas porque era un religioso que realizaba su labor educativa en favor de los más desatendidos de la sociedad. El Beato, procedente de una familia propietaria de una granja, entre otras cosas, permaneció siempre ligado a sus orígenes y su pasión por el trabajo manual y agrícola en particular nunca lo había abandonado.

Finalmente, hay otro detalle digno de mención y es la serenidad del rostro del Beato. Aquí su proverbial vivacidad y energía en sus modales parece haber desaparecido, su sonora risa moderada por la conciencia del noble trabajo apostólico a favor de los pobres sus predilectos y por el contacto con Dios que le pedía el alegre sacrificio de la vida.

Ahora creo que el lector se hará algunas preguntas.

La primera: ¿Qué hacía un americano del norte profundo del Wisconsin, en la antigua Guatemala Maya? 

Para entender por qué el Hermano James llegó a Guatemala y, antes que él, los Hermanos americanos a unos territorios que tenían poco que ver con ellos en cuanto a lengua y costumbres, hay que remitirse al Capítulo General de los Hermanos de las Escuelas Cristianas de 1966, que puso en práctica las exhortaciones del Concilio Vaticano II. Uno de los temas tratados por ese Capítulo General fue el servicio educativo a los pobres. En consecuencia, el Distrito (provincia religiosa) de San Luis, en los Estados Unidos, eligió dos de los países más pobres de América Central, Nicaragua y Guatemala, como su zona de «misión».

El Hermano James formaba parte de ese Distrito y en 1969 tenía 25 años y acababa de hacer los votos religiosos perpetuos cuando pidió ir a «misiones». Recibió la aprobación y fue «misionero» en ambos países, de 1969 a 1980 en Nicaragua y de 1981 al 13 de febrero de 1982 en Guatemala, en el Centro Indígena La Salle de Huehuetenango, una de las muchas instituciones gratuitas creadas específicamente para los jóvenes indígenas, los más pobres de los pobres. Para ser admitidos en estos centros, los jóvenes debían provenir de un entorno agrícola, hablar uno de los dialectos indígenas y, una vez terminado el programa, comprometerse a regresar a su lugar de origen. Los jóvenes eran recibidos gratuitamente en el Centro y recibían clases regulares por la mañana en el Colegio La Salle, también Colegio de los Hermanos, y cursos técnico-prácticos de agronomía y ganadería en la granja experimental San José y en la granja creada para este fin, situada a las afueras de la ciudad. El objetivo era proporcionar a esos jóvenes un valioso acervo de conocimientos religiosos, civiles y manuales capaces, una vez que regresaran a sus zonas de origen, de sustituir a los maestros no indígenas que a menudo mostraban poco aprecio por la cultura local, pero sobre todo tener el mayor impacto posible en la elevación moral, cultural, civil, religiosa y material de sus comunidades. En otras palabras, preparar a los líderes indígenas para las zonas rurales a las que regresarían después de la experiencia escolar.

Una segunda pregunta: ¿por qué personas que sólo hacían el bien a la sociedad guatemalteca arriesgaban sus vidas? En breve resumen, puede decirse que durante la sangrienta guerra civil que asoló el país de 1960 a 1996, dirigida por la dictadura militar de derecha contra los grupos guerrilleros de izquierda y los pueblos indígenas que el gobierno creía que los apoyaban, los que defendían los derechos de los pobres eran considerados comunistas y debían ser eliminados en todos los sentidos. Fue la época de la Seguridad Nacional por un lado y el malentendido de la Teología de la Liberación por el otro. Años de odio, destrucción, sufrimiento, que se sumaron a la miseria endémica del país, en particular en las zonas rurales. También fue a expensas de los que predicaban la justicia y la igualdad para los pobres. Los Hermanos, especialmente los que acogían a los indígenas, fueron amenazados repetidamente: en el Centro Indígena de Santiago, en la ciudad de Guatemala, se hizo explotar una bomba como advertencia; en Huehuetenango se secuestró a un hermano del Hermano Gustavo Bracamonte y nunca se supo lo que le sucedió. Después de este episodio el Hermano Gustavo fue enviado a otro lugar. Los Hermanos, sin embargo, continuaron su trabajo apostólico sin afectación, pero también cabe pensar que con cierto temor. En este clima, el Hermano James llegó a principios de 1981. A los que le preguntaron: «Jim, ¿no te asusta la idea de ir a Guatemala en este momento?», respondió: «No pienso en ello en absoluto. Hay tanto que hacer. No puedes desperdiciar tu energía pensando en lo que podría pasarte».

Los que le dispararon en aquella tarde del 13 de febrero de 1982, y más aún sus mandantes, pensaban de otra manera. Ese Hermano joven y robusto, lleno de vida y risas, que acababa de llegar, fue una afrenta. «Pero cómo – se habrán preguntado – ¡amenazamos con matarlos a todos y ellos envían a uno nuevo, joven y fuerte! ¡Debemos hacerles pagar!» No habían comprendido la grandeza de los apóstoles de Cristo. «Dios sabe por qué me llamó a Guatemala cuando tantos amigos y parientes me instaban a que me fuera para mi tranquilidad y salvación. He sido Hermano de las Escuelas Cristianas durante unos veinte años y el apego a mi vocación crece cada vez más a medida que trabajo en América Central. Ruego a Dios que me dé la gracia y la fuerza para servirle fielmente entre los pobres y oprimidos de Guatemala. Confío mi vida a su providencia; tengo confianza en él”. Esto fue lo que el Hermano James escribió a un amigo unos meses antes del trágico final en la tarde del 13 de febrero de 1982.

Fue un verdadero martirio, reconocido por la Iglesia y proclamado solemnemente en Huehuetenango el 7 de diciembre de 2019. Un detalle conmovedor: por necesidad de espacio y equipamiento la beatificación se realizó en las instalaciones deportivas del gran Colegio La Salle (2.300 alumnos), donde el Hermano Santiago había enseñado durante el año de su estancia en Huehuetenango. ¡Quizás la única vez en la historia de las beatificaciones!

                                                                                 Hermano Rodolfo Cosimo Meoli
Postulador General

Roma, 5 de julio de 2020


El artístico comentario del Hermano Nicolas Capelle:

“En un paisaje de colores cálidos y rurales ahí está el Hermano Santiago, tranquilo, modestamente seguro pero atento: moderno vigilante del Templo de Zaculeu, siente al enemigo acechando a sus jóvenes de fuerzas contenidas, pero decididos a tomar su alegre parte en la construcción de un país fraternal y cordial».

Se agradece al Hermano José Martinez Ramos por la traducción en castellano.