Entre amigos

El 2020 se ha convertido en un año complicado para todos. Somos testigos de una vorágine de cambios que nos hacen replantear nuestra existencia como seres humanos, como cristianos y como sociedad. Tal como nos invita el papa Francisco en numerosas ocasiones, debemos mirarnos en medio de estas circunstancias y remar juntos en la misma barca para salir adelante.

En el Perú, el primer caso de coronavirus llegó el 6 de marzo de 2020. Cinco días después, el 11 de marzo, el Gobierno decretó el estado de emergencia y el lunes 16 comenzó la inmovilización social obligatoria. En el Colegio San José La Salle de Cusco, donde trabajo, y en todas las escuelas del país no tuvimos el tiempo suficiente para prepararnos y hacer frente a esta coyuntura tan complicada. Apenas habíamos empezado las clases dos semanas atrás y todo aquello que soñábamos para los estudiantes se transformó.

Hoy las aulas continúan vacías y empolvadas, y los patios, en silencio: muestran un panorama sin alegría. No hay más canciones ni eucaristías con los estudiantes, pero, pese a ello, la esperanza se mantiene.

De manera personal, las primeras semanas fueron muy duras, porque al estar imposibilitados de salir y al restringirse drásticamente la movilidad del personal, nuestras interacciones sociales se redujeron al compartir comunitario de la oración, los almuerzos y alguno que otro tiempo comunitario. En esos momentos, la monotonía y el desasosiego ganaban su espacio en mi interior. No quería ni pensar en lo que debían estar sintiendo los niños y adolescentes que, a su corta edad, tuvieron que enfrentar estoicamente un encierro en sus casas, sin jugar con los amigos o visitar a sus abuelos.

En nuestros países latinoamericanos, a diferencia de otras culturas, es muy necesario el contacto físico: estrechar la mano, dar un abrazo, saludar con un beso en la mejilla. Todo esto forma parte de nosotros y, de un momento a otro, nos lo arrebataron. Nuestras relaciones sociales se convirtieron en frías reverencias a la distancia con aquellos a quienes podíamos ver, pero con miradas que expresaban esas ganas de abrazarse. Además, surgió la socialización a través de la pantalla, ya sea de un monitor, una tableta o un teléfono celular.

Como todo ser humano, nos toca vivir un proceso de adaptación y cambiar hacia una realidad que puede transmitir fraternidad más allá de las fronteras físicas. Así, a partir de una reunión virtual con algunos hermanos y amigos surgió la idea de compartir ese momento y transmitirlo para que cualquier persona pueda verlo e interactuar con nosotros.

El grupo lo componemos tres hermanos de La Salle (Sebastián, Emilio y Eduardo) y tres catequistas (Julio Carlo, que trabaja en la Universidad La Salle de Arequipa, y Azucena y Percy, ambos profesores y novios). Nos reunimos cada viernes durante una hora y media para conversar y compartir las experiencias que vivimos a diario.

El punto de partida fue ese: juntarnos, compartir e interactuar con las personas que hemos conocido en nuestro paso por la pastoral de distintas obras educativas y en las misiones que los hermanos realizamos cada año. Pensamos que compartiríamos espacio con pocas personas, no más de diez, pero semana a semana ese número se ha incrementado. Este espacio se convirtió en algo nuevo, en una nueva experiencia pastoral.

Surgieron los primeros invitados, quienes ingresaban al live para conversar y jugar. Siempre comenzamos con una oración y terminamos encomendando nuestro descanso a la Santísima Virgen, pero en medio de la charla comprendimos que el invitado que siempre estaba presente es Jesucristo, quien nos vincula con gran fuerza a la pastoral y a las personas que acompañan nuestro andar. Podemos estar todos distantes, al otro lado de una pantalla o en ciudades diferentes, pero cada encuentro, cada charla entrelaza nuestras historias y los recuerdos de lo que La Salle hizo en nosotros.

Pocas veces hemos coincidido en el mismo tiempo y en una misma obra, pero las historias del pasado nos hacen sentir lasallistas y que nos vamos construyendo como una comunidad. En este programa hemos invitado a profesores, catequistas, hermanos jóvenes y a aquellos que no lo son tanto; así que también puedo apreciar que este espacio se hace vocacional cuando sentimos que compartimos parte de nuestras vidas y nuestros sueños.

Agradezco a todas las personas que cada viernes nos acompañan, porque también forman parte de lo que creemos, y es que en La Salle siempre construimos fraternidad. Para quienes estén interesados en vernos, pueden ingresar al Facebook @PastoralLasallistaPeru, todos los viernes a las 9:00 p. m. (GMT-5), y encontrar un espacio para estar entre amigos, que son lasallistas y se sienten hermanos.