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Asentamiento romaní en Giugliano (Nápoles). La vida de Michelle, una niña romaní de 6 años, se ve trágicamente interrumpida por un accidente. Un cable eléctrico descubierto, que toca accidentalmente mientras juega al escondite con sus amiguitos, plantea una serie de cuestiones profundas y urgentes que afectan no sólo a su comunidad, sino a toda la sociedad.

Michelle anhelaba ir a la escuela, pero nunca pudo por cuestiones logísticas. Tras mucho tiempo y muchas solicitudes, por fin se creó una línea de transporte que llegaba hasta el asentamiento romaní de Giugliano* y le permitiría ir al colegio al que tanto soñaba asistir. Todo está listo para que la niña empiece las clases: la mochila con libros nuevos, el guardapolvo blanco. Sólo tiene que esperar hasta el lunes 15 de enero.

«El trágico suceso de la muerte de Michelle ha conmovido profundamente también a la comunidad escolar del Collegio San Giuseppe – Istituto de Merode (en Roma). En particular a los jóvenes del ‘Movimiento Juvenil Lasaliano’ y a los que tuvieron la experiencia de servicio de Casarcobaleno en Scampia (Nápoles), donde varios alumnos de bachillerato colaboran con los Hermanos Enrico Muller y Raffaele Lievore desde hace más de diez años», nos cuenta Andrea Sicignano, profesor del Collegio San Giuseppe – Istituto de Merode‘.

«El grupo que estuvo allí el pasado junio conocía a Michelle y todos quedaron profundamente conmocionados por lo ocurrido», explica. «La voluntad de hacer algo y sentirse útiles se convirtió entonces en una necesidad acuciante para mis alumnos».

«Al mismo tiempo que nos preguntábamos qué hacer, una persona de la Comunidad de San Egidio, a la que pertenecemos tanto mi mujer como yo desde hace muchos años, responsable de la escuela de la paz de Trullo (un barrio del sur de Roma), se puso en contacto conmigo conmocionada por el suceso para saber cómo habían reaccionado a la noticia los Hermanos de Casarcobaleno, en Scampia».

«De ahí surgió la idea de llevar a mis alumnos del Istituto de Merode a la sede de la Comunidad de San Egidio en Trullo, para contribuir a la escuela de la paz, que es un programa extraescolar para niños extranjeros y niños romaníes, todos ellos del asentamiento de Candone. Es el mayor asentamiento romaní de Roma, donde viven unas 700 personas, casi la mayoría menores de 14 años».

«Hicimos la propuesta entre las clases del colegio y la respuesta de los alumnos, familias, compañeros y también de los Hermanos superó todas las expectativas: en pocos días creamos un grupo de 45 alumnos que se turnan entre ellos. A él se unió un grupo de profesores que los acompañan y un grupo de padres que generosamente sufragan los gastos y las necesidades de las actividades extraescolares. Los Hermanos accedieron inmediatamente a permitirnos utilizar la furgoneta de la comunidad para transportar a los alumnos a su destino».

«Así, desde mediados de enero, pocos días después de la muerte de la niña, todos los viernes sale de la Piazza di Spagna una furgoneta con siete alumnos y dos profesores (a veces otros profesores van con sus propios vehículos) y llega al destino hacia las 4 de la tarde, cuando empiezan las actividades extraescolares. Los niños del centro reciben ayuda para hacer los deberes y aprender cosas nuevas».

El grupo de niños romaníes es numeroso (hasta 25 niños a veces), a menudo sin escolarizar y formado por niños muy pequeños, de primero o segundo de primaria. Sobre las 6 de la tarde merendamos juntos, con canciones y juegos. Porque es fundamental enseñar la convivencia y la paz. Hacia las 6.30 de la tarde terminan las actividades».

«Toda una tarde, agotadora pero innovadora. La alegría de dar supera a la de recibir y ayuda tanto a los niños de la Escuela de la Paz como a los alumnos del Istituto de Merode, que por fin se ven obligados a quitarse las máscaras estereotipadas de adolescentes a menudo insatisfechos y a redescubrir por sí mismos su belleza, su singularidad, su sensibilidad y su generosidad».

«Una tarde que es levadura en la vida de todos los que participan y que hace crecer en la comunidad educativa la conciencia concreta de que el carisma de la educación hacia los pobres es verdaderamente el camino justo para cambiar el mundo, para cambiar la vida de todos y transformar el dolor en esperanza», reflexiona Andrea Sicignano.

Este ejemplo de desplazamiento a las periferias es fruto del Proyecto Levadura que el Instituto lleva tiempo promoviendo y que ha conducido a profesores, alumnos y familias empezar a hacer algo realmente.

La tragedia de Michelle llama la atención sobre la responsabilidad colectiva de la sociedad de proteger los derechos y el bienestar de los niños, independientemente de su origen étnico o social. Su muerte debe servir de catalizador para la acción y el cambio. Es urgente promover políticas e intervenciones que garanticen el acceso universal a la educación, el respeto de los derechos humanos de todas las comunidades y la construcción de una sociedad más integradora e inclusiva. Esto requiere un compromiso colectivo y una voluntad estructural para hacer frente a las desigualdades y la discriminación arraigadas en el tejido social.

Texto redactado por Ilaria Iadeluca (Oficina de Información y Comunicación del Instituto). Agradecemos a Valerio Lombardo, responsable de Animación del Distrito de Italia, así como de Relaciones Públicas de la Fundación La Salle Italia, y al profesor Andrea Sicignano su valiosa colaboración en la redacción del artículo.

Un agradecimiento especial también a la Comunidad de San Egidio: todo comenzó gracias a su contribución.