Los Hermanos de las Escuelas Cristianas

Es necesario que los Hermanos se apliquen a sí mismos y tomen por fundamento y sostén de la regularidad, lo que dice san Agustín al principio de la Regla, a saber: que “quienes viven en Comunidad deben, ante todo, amar a Dios y luego al prójimo”; porque estos mandamientos son los principales que Dios nos ha dado, y porque la regularidad, sea cual fuere, si se la separa de la observancia de estos dos mandamientos, es inútil para la salvación, porque no se la establece en las comunidades sino para facilitar a los que en ellas viven la guarda exacta de los mandamientos de Dios. 

(Extracto del capítulo XVI: «De la regularidad», Reglas comunes, 1718)

Impresionados por el desamparo humano y espiritual “de los hijos de los artesanos y de los pobres”, Juan Bautista de La Salle y sus primeros Hermanos consagraron toda su vida a Dios, en respuesta a su llamada, para darles una educación humana y cristiana, y extender así la gloria de Dios en la tierra. Renovaron la escuela de su tiempo para que fuera accesible a los pobres y para ofrecerla a todos como signo del Reino y medio de salvación.

A San Juan Bautista de La Salle le impresionó «la situación de abandono de los hijos de los artesanos y de los pobres» de su tiempo. Poco después, se involucró en ayudar a un grupo de maestros de escuela a establecer escuelas para proporcionar una buena educación humana y cristiana a los niños pobres. Las escuelas recibieron el nombre de Escuelas Cristianas. Junto con estos maestros, De La Salle fundó una comunidad de laicos que tomó el nombre de Hermanos de las Escuelas Cristianas (1680).

“Fieles a la llamada del Espíritu Santo y al carisma de su Fundador, los Hermanos, siguiendo a Jesucristo, se consagran a Dios para procurar su gloria, ejerciendo ‘juntos y por asociación’ su ministerio apostólico de educación” (Regla 2). “La escuela cristiana, siempre necesitada de renovación, es el instrumento privilegiado de la acción de los Hermanos” (Regla 3).

Los miembros de este Instituto viven en comunidad y se llaman Hermanos.Gracias al carácter fraterno de su vida comunitaria y de su presencia activa y desinteresada entre aquellos a quienes sirven, los Hermanos dan testimonio de la posibilidad de una verdadera hermandad entre las personas y los pueblos” (Regla 5).

“Cada Hermano se esfuerza por integrar en su persona las dimensiones constitutivas de su vocación: la consagración a Dios como religioso laico, el ministerio apostólico de la educación, particularmente entre los pobres, y la vida comunitaria”. (Regla 12)

El Hermano, al responder a la llamada del Señor, se consagra enteramente a Él a través de los votos de asociación para el servicio educativo de los pobres, de estabilidad en el Instituto, de obediencia, de castidad y de pobreza, dedicando toda su vida y todas sus fuerzas a la misión de educar a los niños y jóvenes; en otras palabras, a ser religioso educador.

El Hermano forma una comunidad con los otros miembros del Instituto, y todos se comprometen a “mantener las Escuelas Cristianas juntos y por asociación”, especialmente para el servicio de los pobres, y para llevar a cabo cualquier misión que se le confíe, en cualquier lugar donde sea enviado.

El Hermano es un “religioso laico” y su vocación no tiene como objetivo el sacerdocio, porque su ministerio no implica realizar las funciones sagradas de la liturgia o administrar los sacramentos. El Espíritu de fe, celo y comunidad lo sostiene su misión de procurar una educación humana y cristiana a los niños y jóvenes que le son confiados

El Hermano vive su fe “como un don recibido para el ministerio de la educación cristiana”. Desde la fe comprende que Dios lo ha elegido elige “como obrero para llevar a cabo su obra salvadora hasta los más humildes y los más pobres” (Regla 20).

El Hermano desempeña su misión “con el ‘celo ardiente’ que requiere la Obra del Señor”. Por eso, como “ministro de Dios y de la Iglesia”, se preocupa por “mover los corazones” de los alumnos (cf. Regla 21).

El Hermano es catequista y educador en la fe de sus alumnos. Les habla de Dios, les enseña las verdades de la fe y les ayuda a vivir sus vidas como cristianos, y les conduce al conocimiento y al amor de Dios para que crezcan constantemente en la fe.

El Hermano es un apóstol que “vive su misión como testimonio, servicio y comunión” (Regla 13). Tiene siempre presente la justicia y el servicio a los pobres, “que son los preferidos de su ministerio educativo. Presta especial atención a los alumnos con mayores dificultades escolares, con problemas personales o que sufren inadaptación social o familiar” (Regla 29).

El Hermano vive en unión con Dios. A través de la oración y nutriéndose continuamente de la Palabra de Dios, adquiere la fuerza para llevar a cabo su ministerio como educador para acercar a los alumnos a Dios.

El Hermano es un educador por vocación. En consecuencia, busca perfeccionarse constantemente a sí mismo, a través de la formación espiritual y profesional, así como el estudio y la reflexión permanentes, para llevar a cabo su misión con competencia.

Siguiendo los pasos del Fundadorcatorce Hermanos han sido canonizadosciento cincuenta han sido beatificadosocho han sido declarados venerables y las causas de cuatro más están en progreso, algunas casi finalizadas.