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«A los jóvenes de la calle que sienten lo difícil que se les hace la vida: quiero que sepan que yo estaba igual que ustedes, sin esperanza y sin saber qué hacer. La clave está en la paciencia. Nunca hay que rendirse. Conecta con la gente, conserva las compañías adecuadas y ora diariamente; Dios te abrirá las puertas como hizo conmigo. Se te abrirán pronto las puertas».

Son palabras de Kenneth, uno de los 40 beneficiarios del programa de becas gestionado por Christ the Teacher Institute for Education* (CTIE), en Nairobi, Kenia. Este programa ha facilitado el acceso a la educación terciaria a los jóvenes más desatendidos del suburbio de Kibera, el mayor de Nairobi, y el mayor suburbio urbano de toda África.

CTIE está implicado en preparar auténticos educadores para África y más allá. Gracias al excelente compromiso de esta educación terciaria lasaliana y al apoyo de Misean Cara, ha llegado un nuevo hilo de esperanza a estudiantes procedentes de las familias más vulnerables. 40 jóvenes han recibido educación terciaria gratuita para graduarse en Educación.

En enero de 2020, se puso todo en marcha para formar a la próxima generación de profesores en Kenia. Los estudiantes comenzaron su nueva aventura y empezaron a asistir a las clases con sus compañeros.

La difusión de COVID-19 parecía poner en peligro este nuevo sueño. La Universidad tuvo que adoptar la enseñanza en línea, pero no todos sus estudiantes podían permitirse el material informático necesario.

Por ello, la Universidad puso en marcha el proyecto Connectivity Assistance for Resourceful Education (CARE) – Ayuda a la conectividad para una educación con recursos- , para dotar a sus 100 estudiantes más necesitados de un ordenador portátil que les permitiera seguir las clases en línea y proseguir sus estudios. Este programa fue posible gracias al apoyo de los Hermanos de las Escuelas Cristianas de Estados Unidos y Canadá (RELAN).

El programa lasaliano CARE es un gran ejemplo de apoyo mutuo por parte de los lasalianos y de su compromiso con una educación de calidad equitativa e inclusiva para todos. En todas partes. En línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, la Red La Salle realiza programas multidimensionales capaces de promover el progreso de las poblaciones vulnerables en el mundo, y -en este proyecto específico- la consecución de los ODS 4 y 10.

La historia de Kenneth muestra el extraordinario impacto que la educación puede tener en la vida de una persona y cómo nuestra solidaridad mutua puede educar la mente, tocar el corazón y transformar la vida.  

La historia de Kenneth:

«Me llamo Kenneth Ouma Muga. Tengo 27 años y soy el séptimo hijo en una familia de diez. Nací y crecí en el mayor suburbio marginal de Nairobi y en el mayor suburbio urbano de África: Kibera. En la actualidad, soy estudiante de primer año en Christ the Teacher Institute for Education (CTIE) donde curso una licenciatura en Educación con especialidad en Geografía y Educación Religiosa Cristiana.

Disfruto apoyando a los demás en lo que pueda. Me encanta la gente y me encanta ayudarla.

Crecer en Kibera nunca es un camino de rosas. Kibera es el prototipo de la pobreza, la inseguridad, el desempleo, los sistemas sanitarios deficientes, las carreteras en mal estado y la drogadicción, entre otras lacras sociales.

Como niño o joven, tu única responsabilidad es decidir si llevar una vida sana o caer en la delincuencia. La necesidad básica es una expresión como cualquier otra, ya que conseguir un lugar donde dormir, algo que comer o alguna prenda para vestirte depende de la suerte. Desde mi infancia hasta ahora, ha sido el mayor reto ha sido conseguir comida. De pequeños, mi madre solía lavar ropa de las casas ricas de Lang’ata por sólo 2 dólares. ¿Te imaginas vivir con tu familia en una chabola con goteras en el techo, de 3×3 metros? Así estábamos nosotros.

El estrés de tener que dar de comer a una familia numerosa en esas condiciones llevó a mi padre al alcoholismo. Mi madre asumió las responsabilidades de ser «padre» y madre al mismo tiempo. Por eso suelo decir que fui criado por una «madre soltera» toda mi vida.

Perdí a dos de mis hermanos mayores por culpa de la pobreza. Mi familia no podía permitirse la medicación adecuada cada vez que caían enfermos. ¡Qué doloroso debe ser darse cuenta de que tu hijo, que llevas colgado a la espalda,  acaba de morir de camino al hospital! Eso es lo que le ocurrió a mi madre cuando murió mi segundo hermano. El hospital privado era muy caro, por lo que no podía ser nuestra opción; el único hospital público «disponible» estaba lejos. Mi hermano (Moisés) es enfermo mental. Vive en la calle. Hemos hecho planes de llevarle al hospital, pero no podemos permitírnoslo. Creo que el estrés que sufrió de joven, las penurias y la pobreza contribuyeron a su depresión y a su estado actual.

Mi educación primaria fue muy dura pero, al mismo tiempo, la mejor; la comida estaba asegurada. No fue fácil reunir 5 dólares para pagar las tasas del examen final. Gracias a Dios lo conseguimos. El siguiente obstáculo fue más difícil de superar: la educación secundaria.

Muchas veces tuve que dejar la escuela porque no podía pagar la matrícula. A veces pedía ayuda a los Hermanos y Hermanas católicos, y a Iglesia. Siempre digo que terminar la educación secundaria y obtener buenas calificaciones fue por la gracia de Dios. Creo que podría haber rendido mucho más en otras circunstancias.

Después de la educación secundaria, estuve más de 7 años intentando buscar trabajo y educación. Hice trabajos manuales en obras de construcción y, a veces, llevaba equipaje a cambio de dinero. En 2015, fui voluntario en el grupo Edmund Rice Karibu. Salíamos a los niños de la calle de Kibera y los llevábamos a un campo en Lang’ata para hacer deporte, darles consejos y enseñarles la palabra de Dios. Disfruté de esta interacción. Aquí es donde comenzó mi pasión por la enseñanza.

Ese mismo año (2015), me enteré de que Christ the Teacher Institute for Education ofrecía una beca parcial para estudiar educación. Me dirigí a ellos, si bien aún no había llegado mi momento ya que me aconsejaron que pagara al menos el primer semestre. Pero esto no me lo podía permitir. En 2019, me enteré de que el CTIE estaba dando becas a 40 jóvenes (mujeres y hombres) necesitados para estudiar Licenciatura en Educación. Esta vez lo solicité y dio resultado.

Como estudiante universitario, mi vida entera ha cambiado por completo. He mejorado mi autoestima, se ha incrementado la confianza en mí mismo y se ha fortalecido la esperanza. La educación universitaria está determinando considerablemente mi vida futura. Se están creando más oportunidades. Una vez que me gradúe y consiga un trabajo, creo que estaré económicamente capacitado para llevar a mi hermano al hospital, ayudar a mi familia y a la comunidad de Kibera.

Si me encontrara ahora mismo con mis bienhechores, me faltarían las palabras adecuadas, porque no conozco el término más poderoso para expresar mi sincera gratitud. A mis bienhechores, me gustaría que supieran que su apoyo a mi educación universitaria lo significa todo, no sólo para mí, sino también para mi familia y para Kibera. Ustedes han escrito un nuevo capítulo en mi vida. Les estoy muy agradecido y les doy las gracias de todo corazón. Sigan haciendo lo que hacen; está cambiando y transformando vidas a lo grande.

A los jóvenes de la calle que sienten lo difícil que se les hace la vida: quiero que sepan que yo estaba igual que ustedes, sin esperanza y sin saber qué hacer. La clave está en la paciencia. Nunca hay que rendirse. Conecta con la gente, conserva las compañías adecuadas y ora diariamente; Dios te abrirá las puertas como hizo conmigo. Se te abrirán pronto las puertas.