Firmada el 4 de octubre —día en que la Iglesia celebra a san Francisco, el poverello de Asís—, la primera exhortación apostólica del papa León XIV ha sido dada a conocer el 8 de octubre. Se trata de una exhortación “sobre el cuidado de la Iglesia por los pobres y con los pobres, titulada Dilexi Te, imaginando que Cristo se dirigiera a cada uno de ellos diciendo: no tienes poder ni fuerza, pero ‘yo te he amado’ (Ap 3,9)”, como afirma el propio Papa.
Dilexi te ofrece una profunda reflexión “sobre el amor a los pobres” a lo largo de sus cinco capítulos y 121 números, en los que se acentúa que “Dios opta por los pobres” y la subraya que la nuestra es “una Iglesia para los pobres”, con todos los desafíos que ello implica.
Una exhortación “a dos manos”
El texto venía siendo preparado por el papa Francisco en los últimos meses de su vida. “Habiendo recibido como herencia este proyecto, me alegra hacerlo mío —añadiendo algunas reflexiones— y proponerlo al comienzo de mi pontificado, compartiendo el deseo de mi amado predecesor de que todos los cristianos puedan percibir la fuerte conexión que existe entre el amor de Cristo y su llamada a acercarnos a los pobres” (DT 3), explica el papa León XIV.
“Oportuna la publicación de Dilexi Te, escrita a dos manos por los Papas Francisco y León”, comenta el Hno. Carlos Gómez, Vicario General de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. “Las actuales circunstancias del mundo, la proliferación de egos en el contexto político, el desprecio de quienes ‘viven en las márgenes’, la cancelación de la ayuda humanitaria por algunos países ‘ricos’, el drama humano de las víctimas de las guerras y la exclusión son algunos de los temas abordados en este profético documento, con fuerte sabor teológico latinoamericano”, argumenta.
“Inspirado claramente en la historia del compromiso de la Iglesia con quienes mejor representan el rostro de Jesucristo, los pobres, es un llamado a la conciencia de la humanidad, a los gobernantes, a las organizaciones sociales, políticas y culturales y, por supuesto, a las Congregaciones Religiosas —continúa el Hno. Carlos—. No en vano el Papa hace un recorrido de la historia de la vida consagrada para ilustrar cómo Dios ha manifestado su amor preferencial por quienes viven en las periferias, la exclusión y la pobreza”.
La educación: un acto de justicia y fe
De hecho, al referirse a la educación de los pobres (cf. capítulo tercero), el Papa subraya que este ha sido “un acto de justicia y fe”, y “esta misión tomó forma en la fundación de Congregaciones dedicadas a la educación popular” (DT 68), como la nuestra, con una particular sensibilidad por los más pobres y excluidos, como lo refiere el Hno. Armin Luistro, Superior General de los Hermanos de las Escuelas Cristianas: “profundamente impresionados por el amor incondicional de Dios hacia cada persona y profundamente impresionados por la condición de sus hermanas y hermanos en las periferias de la sociedad, los lasallistas colaboran con todos los hombres y las mujeres de buena voluntad para transformar nuestro mundo y recrear las estructuras sociales de acuerdo con el sueño de Dios para la humanidad y toda la creación”.
Expresamente, al referirse a san Juan Bautista de La Salle y a la Misión Lasallista en el número 69 de Dilexi Te, el Papa dice:
“En el siglo XVII san Juan Bautista de La Salle, dándose cuenta de la injusticia causada por la exclusión de los hijos de obreros y campesinos del sistema educativo de Francia en aquel tiempo, fundó los Hermanos de las Escuelas Cristianas, con el ideal de ofrecerles educación gratuita, una sólida formación y un ambiente fraternal. La Salle veía el aula como un lugar para el desarrollo humano, pero también para la conversión. Sus escuelas combinaban la oración, el método, la disciplina y el compartir. Cada niño era considerado un don único de Dios y el acto de enseñar un servicio al Reino de Dios” (DT 69).
Ante este singular reconocimiento a la trayectoria lasallista en la educación por los pobres, el Hno. Armin Luistro expresa su agradecimiento al Pontífice, destacando que, en efecto, “desde hace casi 350 años, los Hermanos y los lasallistas han procurado crear espacios inclusivos donde los jóvenes y los pobres puedan acceder a programas educativos de calidad que le abran las puertas a la promesa de Jesús de una vida plena”.
De hecho, agrega el Hno. Armin, “hoy día, contamos con más de mil centros educativos que atienden a más de un millón de alumnos en unos ochenta países de todo el mundo. Estos centros no son solo lugares donde aprender competencias útiles y habilidades para la vida que permitan a los graduados tener éxito en el mundo, salir de la pobreza o dejar atrás de sí un legado duradero. Las escuelas lasallistas son también canales de la gracia de Dios, donde la comunidad educativa experimenta la presencia salvadora de Dios y aprende a cultivar en sus corazones el celo por continuar la acción salvadora de Jesús para aquellos que están lejos de la salvación”.
La mención que el Papa hace a san Juan Bautista de La Salle “es también un llamado a nosotros los lasallistas y un sacudón para releer, evaluar y enriquecer nuestro voto explícito de asociación para el servicio educativo de los pobres”, señala el Hermano Vicario General.
De igual forma, el Hno. Peter Ryan, Procurador General del Instituto, considera que “las palabras del papa León XIV recuerdan a la Familia Lasallista (Hermanos y Colaboradores) que su labor no es solo educativa, sino que también es una parte vital de la misión de la Iglesia”. De modo que la mención especial de la Misión Lasallista y la educación de los pobres es “un gran momento para los Hermanos de las Escuelas Cristianas y para toda la Familia Lasallista. Demuestra que el Papa reconoce y valora lo que los Hermanos y sus Colaboradores han estado haciendo desde la época de San Juan Bautista de La Salle: procurar a los jóvenes, especialmente a los pobres, la oportunidad de una vida mejor a través de una educación basada en la fe”.
Un honor y un reto
“Para el Instituto, esta mención papal es tanto un honor como un reto —agrega el Hno. Peter—. Es un honor porque confirma que su misión sigue siendo muy importante para la Iglesia hoy. Y es un reto porque exhorta a los Hermanos y a los Colaboradores Lasallistas a mantener viva esa misión en el mundo actual: a permanecer fieles a su espíritu fundacional, a seguir tendiendo la mano a los más necesitados y a asegurarse de que sus escuelas y otras obras educativas y asistenciales sean lugares donde la fe, el servicio y la comunidad vayan verdaderamente juntas”.
Aún más, “cuando el papa León XIV dice que enseñar a los pobres ha sido un acto de justicia y fe, nos recuerda que ayudar a los necesitados a través de la educación es una de las formas más poderosas que tiene la Iglesia de vivir el Evangelio”, asegura el Hermano Procurador General.
Educación y justicia social
Por eso, “los Hermanos, junto con toda la Familia Lasallista, continúan esta misión en la actualidad. En todo el mundo gestionan escuelas y programas educativos para jóvenes que cuentan con pocas oportunidades: niños de familias pobres, refugiados y aquellos que viven en situaciones difíciles”. Asimismo, “en la educación superior, dirigen universidades y colegios que preparan a los jóvenes para convertirse en líderes responsables y misericordiosos, comprometidos con la justicia y el servicio”, recuerda el Hno. Peter. “Su enseñanza va más allá de lo académico; también forma corazones, enseña el respeto, la fe y el cuidado de los demás”.
En este sentido, “para los lasallistas es indisoluble el compromiso con los pobres y la construcción de la justicia social por medio de la educación”, subraya el Hno. Carlos. “Claro está, no cualquier educación sino la que emancipa, la que da alas para volar alto y mirar lejos, la que abre las puertas de la inclusión y las oportunidades; no la pobre educación para los pobres, sino, como dice el Papa, “enseñar a los pobres es afirmar su valor, darles herramientas para transformar su realidad (…). La educación cristiana forma no solo profesionales, sino personas abiertas al bien, a la belleza y a la verdad” (DT 72). Por eso la escuela católica se convierte en un espacio de inclusión, formación integral y promoción humana. Así, conjugando fe y cultura, se siembra futuro, se honra la imagen de Dios y se construye una sociedad mejor”, concluye el Vicario General del Instituto.

