Para los Hermanos de las Escuelas Cristianas 2025 está siendo un año de conmemoraciones. Y es que, en 1725, justo hace 300 años, se publicó la bula papal que aprobaba su Instituto, mientras que en 1900, hace 125 años, la Iglesia canonizaba a su fundador, san Juan Bautista de La Salle, que en 1950, hace 75 años, sería declarado Patrono Universal de los Educadores Cristianos. Fechas redondas que balizan una historia institucional iniciada en 1680.
Para explicar quiénes son los discípulos de La Salle podrían componerse sesudas exposiciones, pero, en realidad, su simple nombre describe con precisión lo que siempre han querido ser: Hermanos de las Escuelas Cristianas.
Hermanos
Cuenta la historia que los primeros maestros lasalianos no se tomaron a la ligera el asunto de su nombre. Aunque trabajaban en la escuela, el término “maestro” nos les convencía o, mejor, nos les bastaba; querían ser algo más que meros profesionales de la educación. Y eligieron llamarse “Hermanos”; hermanos entre sí y hermanos mayores de sus alumnos.
Ellos quizás no lo expresaron con tanta contundencia, pero a partir de su experiencia hoy queda muy claro que la fraternidad es el gran tesoro de los Hermanos de La Salle. Una fraternidad que tratan de vivir todos los días e intentan contagiar a su alrededor.
La palabra “Hermano” indica también que los maestros de La Salle no aspiran al sacerdocio, algo que tuvieron claro desde muy pronto. Como el propio santo escribió, bastante faena dan ya la escuela y la comunidad como para añadirles más responsabilidades. Y ahí siguen, apostando por el valor de lo laico en la Iglesia, a pesar de no pocas incomprensiones.
Escuelas
El ámbito apostólico originario de los discípulos de La Salle fue la escuela. De hecho, los primeros proyectos lasalianos eran comunidades de maestros entregados en cuerpo y alma a sus escuelas para pobres, que formaban una amplia red, con su identidad, sus líderes, sus procesos formativos.… Esta organización en red les ayudaba a ver claro cómo actuar, a compartir objetivos, plantearse retos y superar dificultades. Con el paso del tiempo, la red evolucionó hasta convertirse en un instituto de vida religiosa apostólica primero y una gran familia carismática después, abierta de mil maneras diversas a cuantos creyentes desean comprometerse con la misión y el espíritu de La Salle.
Los lasalianos no olvidan sus orígenes ni su misión; por ello, se sienten especialmente a gusto entre educadores que viven su profesión como una vocación que los llena de responsabilidad y, al mismo tiempo, de profunda satisfacción. Saben que se dedican a una tarea imprescindible, mucho más trascendental de lo que, a veces, la sociedad deja entrever. En clave cristiana, La Salle explicaría que estos educadores desarrollan un auténtico ministerio, del que el propio Dios los encarga; son “ministros de Dios y dispensadores de sus misterios”.
Hablábamos de escuelas “para pobres”, y no es matiz sin importancia. Porque, no sin tener que superar múltiples trabas, los primeros lasalianos promovieron una escuela gratuita para todos, independientemente de su origen social y sus posibilidades económicas. A veces lo hicieron hasta con cierta intolerancia, pues para ellos se trataba de algo esencial. Con todo derecho habría, pues, que incluirlos entre los primeros defensores de los derechos fundamentales de la infancia.
Con el paso del tiempo, la escuela inicial de los lasalianos se ha ido abriendo a otras formas de educar, mientras que la apuesta por los necesitados adquiere tonalidades diversas, en función de las necesidades y las posibilidades reales de llevarla adelante. Hoy se manifiesta en mil maneras de atender a los alumnos con dificultades, impulsando proyectos de educación no formal al servicio de jóvenes en riesgo de exclusión social, como presencia activa en países empobrecidos o fomentando el voluntariado y la ayuda al desarrollo…. El reto más reciente consiste en implementar respuestas educativas eficaces a las necesidades de las periferias.
Pero educación al servicio de los necesitados no significa dar por buena cualquier cosa. La buena marcha de sus escuelas fue una aspiración constante de los primeros lasalianos, que para conseguirlo impulsaron una auténtica revolución didáctica, proponiendo maneras de actuar prácticamente desconocidas por aquellas fechas. Por ejemplo, la educación en francés, cuando la lengua escolar generalizada era el latín; o la enseñanza simultánea a grupos de alumnos de nivel similar, cuando lo habitual era el maestro francotirador que recibía uno por uno a sus escolares; o la estricta organización de las actividades escolares: materias, horarios, calendarios… Buena parte de lo que hoy consideramos “normal” en un centro educativo podríamos asegurar que tiene su origen en las primitivas intuiciones de los discípulos de San Juan Bautista de La Salle.
Pero la inquietud pedagógica por innovar continúa y cuantos han frecuentado un centro La Salle en las últimas décadas lo saben; seguro que recuerdan algún proyecto peculiar que solo se desarrollaba en su colegio, aunque luego terminara por generalizarse: Ulises, Arpa, Crea, Lectura Eficaz, Hara.… Hoy en día el esfuerzo se concentra en el llamado “Nuevo Contexto de Aprendizaje” (NCA), muy avanzado ya en su desarrollo. Y es que renovar la escuela para que responda cada vez mejor a las necesidades de sus alumnos continúa siendo un componente esencial del ADN lasaliano.
Cristianas
Las escuelas de La Salle son escuelas de calidad pensadas para gente necesitada, sí, pero, sobre todo son escuelas cristianas, esto es, proyectos de evangelización de niños y jóvenes; he aquí su misión fundamental desde los tiempos de la fundación. Claro que, en la visión de san Juan Bautista De La Salle, evangelizar a los alumnos es “enseñarles a vivir bien”, “darles la educación que les conviene”, ayudarles, en definitiva, a desarrollar todos los talentos con que Dios los ha bendecido.
Así se entiende que, desde el principio, la catequesis sea para los lasalianos su “principal función”; comprendiéndola como se debe, porque La Salle fundó una institución de maestros, no de catequistas. De hecho, una tradición muy arraigada entre los lasalianos es compaginar la enseñanza de distintos saberes profanos –matemáticas, lengua, inglés o lo que toque– con la formación religiosa y la catequesis. Para ambos servicios se preparan y que vayan unidos es lo ideal.
Como acabamos de comprobar, los Hermanos de las Escuelas Cristianas, junto con sus Asociados, están muy lejos de ser vetustos museos, testigos mudos de lo que sucedía en otra época. Al contrario, son organismos vivos, íntimamente conectados con aquel carisma inicial que, desde el cielo, impulsaba a San Juan Bautista de La Salle, su fundador. Aquel mismo Espíritu les inspira cada día maneras de actualizar las intuiciones fundamentales que movieron a los primeros lasalianos y a quienes les fueron sucediendo en el tiempo. Los conforta la esperanza de encontrarse un día todos juntos, a la vera del Dios Padre que los vio nacer para que “todos se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” (1Tim 2,4).
* Artículo escrito por el Hno. Josean Villalabeitia, publicado en la revista Vida Religiosa (Junio 2025, N.º6, Vol. 139), en español.